viernes, septiembre 01, 2006

Compartiendo Peso

Bueno, si no lo sufres en persona no sabes el peso pesado que es esto. Y bueno, encima no sólo es pesado, sino que también duro. No duele, pero hace muchísimo daño, sólo esperas salir algún día y llegar a disfrutar al lado de esa persona que amas y solucionar otros problemas varios...

No me puedo creer que sean las 7 de la mañana y no tenga nada de sueño ahora mismo, aunque a las 3 estaba casi frita.

En fin, toda la culpa la tiene una larga charla por teléfono. Mira que es larga que empezó a las 3 de la mañana y no terminó hasta hace 10 minutos... aunque tuvo su desencadenante messeangero durante un rato, pero la fuerte fue la última.

Me ha hecho muchísimo daño durante un momento, volví a desear esa muerte tan deseable. Pero esta vez no hubo quien me diera un abrazo, no hubo quien me cortara la conversación para no sentirme arrastrada por el suelo y pisoteada. Pero cuando he colgado, no me ha dolido.

Me dejó hablar, me escuchó, lloró e incluso ha comprendido. Esa horrible enfermedad es un peso muy pesado, debería compartirse, pero con alguien bastante fuerte, porque también puede derrumbar a esa otra persona, y arrastrarla por un camino diferente, por un camino que no va a la par que el tuyo.

Debo compartir el peso con Onizeth, pero es un peso muy importante y no sé si él lo puede aguantar. No porque sea malo, sino todo lo contrario. Cree que quiero que me ayude solucionando el problema de forma más directa y actuando de una forma más directa que el simple hecho de escuchar, él quiere ayudarme y quiere actuar para ayudarme. Pero lo único que necesito es que me escuche, que me deje compartir mi peso con él.

Creo que esta vez ha quedado claro, pero ha sido un golpe bastante duro para él y le ha dolido porque era inesperado. Lo sentía en cada uno de sus silencios... Él quería hablar y ayudarme, y se sentía mal porque no sabía cómo hacerlo, ¡pero no se imagina todo lo que me ha ayudado esta vez!

Al principio me asomaba por la ventana y no me decidía para no romper los tres coches que había abajo. Ahora que lo pienso más fríamente, ¿sobre cuál habría caído? En fin, pero al final tenía muchas ganas de bromear y era yo quien le consolaba a él, era yo quien le decía que se tranquilizara.

Le quiero, y estoy perdidamente enamorada de él.