lunes, noviembre 21, 2005

¡Y eso!

Onizeth volvía del SIMO, un momento feliz en una vida algo ajetreada con momentos muy cambiantes debido a una psicología trastornada. La perra irradiaba alegría en todos y cada uno de sus cabellos, ¡por fin iba a salir a pasear!

Cuando veía movimiento en el comedor y a su querido dueño acercarse al perchero para sacar la correa de su sitio habitual y ponérsela, no pudo más con la excitación y casi se mea encima, ¡tres días sin salir a pasear son demasiados! Así que allá iba presta ella con la más absoluta ilusión de volver a ver los coches pasar y poder saltar. Una vez que olío después de lo que le parecía tanto tiempo el aire libre, sin cigarrillos, estaba preparada para ir a cualquier sitio, y llegar ella siempre la primera. Así que se adelantó a Anazia y pegó un tirón de Onizeth para que se diera prisa, pero no sólo produjo un efecto no deseado, que es recibir un tirón de vuelta, sino que pilló en medio a Anazia. Con sus más de 20 kilos en todo el cuerpo notó que movió algo de sitio y lo siguiente fue ver a Anazia caer.

Anazia sintió un golpe fuerte en la pierna y no entendió cómo repentinamente no podía seguir en pie, así que vió un asidero para posarse calmadamente en el suelo y analizar el dolor que sufría en la rodilla. Una vez aposentada en el suelo no pudo reprimir un lloriqueo de... ¿incredulidad? Su rodilla estaba fuera de su sitio y era incapaz de apoyar el pie en el suelo sin sentir una fuerte punzada de dolor, además, su pie, junto a la pierna entera, tenía una postura un tanto extraña. Ella no dejaba de mirar su deforma rodilla con incredulidad y ninguna lágrima salió de sus cuencas cuando por fin se dió cuenta que no iba a perecer.-

Onizeth no entendía el espectáculo y jamás se imaginó que iba a provocar una caída en su querida "Croqueta", pero cuando vió lo que realmente había pasado, un pantalón que tenía un bulto donde no debía, salió corriendo para avisar a sus padres que cogieran a la perra por el portal y la llevaran a casa inmediatamente. Además, después de preguntarle a Anazia, les dijo que llamaran a una ambulancia.

Todo esto ocurrió en la puerta de un bar, donde el dueño presenció toda la escena, salió y al ver lo que ocurría llamó al 061.

Nervios, Anazia percibía muchos nervios a su alrededor mientras ella no era capaz de reprimirse una sonrisa de tranquilidad y afabilidad, para que el resto del mundo se tranquilizara. ¡Era ella la que tenía su rodilla fuera! El resto del mundo andaba para arriba y para abajo escuchando atentamente si se acercaba una ambulancia o no, pasando algunas de largo, aún así había un halo de nerviosismo a su alrededor que llegó a escuchar a puras penas la exclamación del dueño del bar diciendo: "La más valiente es ella, que no llora aunque le duele". Orgullosa erguía ella su sonrisa para seguir calmando a los nerviosos espectadores, sobre todo a su manojito de nervios.

Por fin llega la deseada ambulancia cuando al bajar miran una pierna deforme con ojos de platos. Resultaron ser el 061 y alegaron algo de que ellos no podían llevar al hospital y que tenían que llamar a una ambulancia. Ésta tardó dos minutos y medio en llegar, entre tanto intentaban subir a la muchacha de la pierna torcida y la sonrisa resuelta a una camilla, para luego ahorrar esfuerzos. De sus bocas se escuchaban unos tranquilos: "No te preocupes, preciosa", "¿Te duele, guapa?" o "¿Cómo te lo has hecho, preciosa?" que tranquilizaban mucho más a la dolorida muchacha tendida por primera vez en su vida en una camilla.

Repentinamente se encontraba en un coche de ambulancia escuchando a un Onizeth nervioso recriminarle que se tranquilizara ella. No podía hacer otra cosa que reirse y replicar con un: "Creo que el que se debería tranquilizar eres tú." Cosa que surtió efecto. Se le pasó por la cabeza recriminarle sus actos por reprocharle a ella siempre que tuviera cuidado con lo que hacía y que fuera él quien no lo tuviera, pero dejó las cosas estar, aún estaba muy nervioso.

Luces, luces que estaban en el techo pasaban de un lado a otro. Ella con su tranquila sonrisa que no podía reprimir sentía cada uno de las irregularidades del suelo en su pierna. Después de estar de un lado a otro, entrando y saliendo de la "Sala de yeso" se encontró en "Radiografía" tumbada en una camilla y teniendo que ser transportada a otra. Pero con un médico muy amable que le sugiere que se mueva a la otra camilla, Anazia enarca las cejas:

- No puedo moverme.

El médico se fija por primera vez en la pierna.

- Espera un momento.

Llama a dos celadores que mueve a una Anazia solitaria, ya que Onizeth no podía entrar, y bruscamente es movido a la mesa de radiación. El médico, tan amable como empático sugiere:

- Dobla un poco la pierna, por favor.

Anazia, lo más amable que puede, suelta un:

- No puedo moverme.

¿Pero no ha entendido realmente lo que significa "no puedo moverme" o es estúpido? ¿Si pudiera moverse cree realmente que estaría tumbada en la camilla sin el tubito que le habían clavado en el brazo para tranquilizar el dolor?

Anazia se encuentra sola en la sala, escucha un ruido extraño y ve entrar al médico y exclamar un "ya está" bastante bajo. Vuelve a salir dejando a una chavala con medio abrigo quitado, un tubito en el brazo, pensando en su preocupado novio que está fuera esperando y preguntándose cómo la pensaban mover otra vez a la otra camilla si tenía la sábana de abajo casi también quitada entera. Entra un celador:

- Venga, vuelve a tu camilla.

Una risita histérica sale replicando con un:

- No puedo moverme.

El amable celador la mira pacientemente y con sonrisa diciendo:

- ¡Anda! Pues me han dejado solo, vamos a tener que esperar a que venga alguien. Bueno, ¿y qué es lo que te ha pasado?

Se entaba una conversación interesante sobre lesiones a los mayores con caderas rotas. Por fin se acerca alguien, intentan poner la sábana bien y la trasladan a su sitio original.

Otra vez luces pasean delante de sus ojos. Después de transportar sobre su barriga la solicitud de alta, el mensaje al de radiografía y ahora el sobre de radiografía, Anazia empieza a sentirse un mueble transportacosas. La colocan en una sala a esperar y entonces es cuando se decide llamar a casa para avisar sobre la situación. El móvil dice:

- Tu... tu... tu... ¿Quién es?

Es su padre.

- Papá, mira, que estoy en el hospital. Se me ha salido la rodilla un poco del sitio y he ido a radiografía y todo.

- ¿Es grave?

- ¡¡Qué va!! Estoy muy bien -sonrisa tranquilizadora- es sólo para que sepáis donde estoy por si salgo tarde.

- Bueno, pues para venir llama un taxi, que ya tengo el coche en el garaje y no sé cómo ir a buscarte. Cuando vengas llama rápido y bajo y lo pago.

- Ok, no te preocupes.

Me recogen para volver a la "Sala de yeso". Me mira la traumatóloga, analiza la rodilla y pone una mano sobre la rodilla. Anazia escucha un ¿"prepárate"?.

¡Su rodilla vuelve a estar en su sitio! ¡¡Ha dejado de doler y puede moverla!! La traumatóloga le dice a una celadora que me ponga una fédula desde las nalgas hasta la punta de los dedos del pie. "¿Y las niñas?" Es lo primero que piensa Anazia al escuchar tal veredicto.

Para no hacer más largo el relato, resumiré que Anazia se encuentra postrada en cama sin haberse movido en 48 horas, hasta que le han llegado las muletas que ya tiene un poco más de movilidad. Está viva y rebosante de vida, aunque algo decepcionada por no poder acudir a clase y preocupada por no poder cuidar de las niñas y dejarle toda la responsabilidad a su madre. Ahora mismo está delante del ordenador, relatando lo ocurrido... y esperando la hora de pincharse la barriguita con la jeringuilla para que no sufra de toberculosis a causa de la inmovilidad de la pierna.

Si habéis llegado hasta aquí supongo que ya os imagináis que el título del post no es por la canción de Chayenne.