viernes, septiembre 22, 2006

¡Riendo voy! ¡Llorando vengo, vengo!

Llevo unos días intentando elegir los mejores momentos de esa experiencia única en mi vida donde conocí a una Mami, una Estel y a una Ithilien. Imposible.

No hago más que intentar poner con palabras todos esos días areniscos, esas comidas en familia los domingos, esa Ithilien que no me dejaba dormir la siesta tranquila, esa Estel que preguntaba y preguntaba, esos regalos que nos intercambiamos, esos prontos de Ithilien, esos dibujos de Estel. Me dan vueltas y vueltas y vueltas, sacando una lágrima tras otra sin parar. Eso sin mencionar todo el bien que hizo Wen en momentos delicados. Decir que les echo de menos es decir que el universo tiene una extensión de un kilómetro cuadrado como mucho.

Pero no todo ha ido a mal, la verdad. La Anazia que ha vuelto a Huelva es otra distinta, muy distinta. No se reconoce, pero se alegra tanto de ser así. Abierta como las puertas de la Iglesia (abierta 24H) y sonriente como la media luna. No sé, pero también quería escribir sobre todo eso. Una Anazia que se dejó aquí y ya no se encuentra, una que se transformó.

He descubierto alguna que otra manía que me tenía oculta. Hay un frigorífico nuevo, pues en cuanto llegó lo primero que hizo al abrirlo es descubrir cómo se enciende y apaga la luz del frigo. En ese momento se recordó en casa de Wen haciendo lo mismo, y con todos los frigoríficos anteriores. En cuanto descubre cómo se enciende y se apagar la luz del frigorífico al abrir y cerrar su puerta, se siente casi realizada.

No sé cómo explicarme, pero lo mejor que he hecho en mi vida es ir a casa de una maia especial, me habría quedado el resto de mi vida, pero ya se sabe...

Os quiero mucho.

PD: Me gustaría saber si este post lo leerían Estel e Ithilien, espero que comenten :P