Yo Misma
Nuestros progenitores tienen derecho a una dosis de cariño, después de todo el esfuerzo que conlleva criarnos, merecen que uno se acuerde de ellos de vez en cuando, para agradecerles nuestra existencia. Así fue como ayer nos embarcamos en Scotty para encaminarnos a ver a sus abuelos. Unas personas mayores encantadores que sólo esperan un recuerdo de ellos de vez en cuando.
El GPS nos guiaba, pero para evitar aligerar el peso de nuestros bolsillos, que ya es bastante escaso, nos movimos entre montañas y caminitos intransitables. Aunque nos movíamos en la misma provincia, su pueblo no estaba al lado. Tardamos más de lo previsto y para aliviar ese retraso nos invitaron a esperar a Sandman allí.
Una noche tormentosa quiere que Anazia no duerma esa noche, ¿Sandman se habrá vuelto a olvidar de ella? Cuando pasa un rato, por fin encuentra una posición lo suficientemente cómoda.
No pasa demasiado tiempo cuando la agarran del pie, es una mano conocida y su toque es inconfundible. Se despierta encantanda sabiéndose acompañada. Todo estaba oscuro.
Onizeth: "Ponte los zapatos."
Con una enorme sonrisa en la boca lo hace completamente hechizada, aunque con legañas. Salen por la puerta, todo está medio oscuro.
Onizeth: "Vamos a ver el amanecer."
Un deseo cumplido. Soñó con eso durante gran parte de su vida, y sentía envidia cuando se realizaba en las películas, pero por fin le toca a ella. Por fin le regalan un amanecer. ¡Qué feliz se siente!
Una agradable mañana, consigue finalmente descansar. Y después de varias charlas sobre diversas cuestiones llega la hora de regresar. Esta vez con indicaciones más experimentadas y rápidas arriban en el destino adecuado.
Onizeth hace lo que haría siempre, sin más, pero... ¿Por qué Anazia se siente ofendida? ¿Por qué Anazia tiene ese sentimiento de que no hace lo que debería? ¿Por qué se ha olvidado del amanecer regalado? ¿Por qué siente furia? ¿Por qué no piensa con claridad? ¿Por qué se comporta tan bruscamente?
Cuando las aguas se calman, Onizeth hace una indicación precisa:
- ¿Te has tomado la medicina?
Como no pensaba dormir en casa ajena, no se la había llevado. Anazia deja de hacerse las preguntas de antes porque Onizeth ha respondido a su pregunta...
Es duro, darte cuenta que es una simple pastilla la que controla tu ánimo, la que le da sentido a tu vida. Siempre he luchado por ser yo misma, por reinvindicar mi existencia y mi forma de pensar única y mía, ¿y ahora sólo la puedo controlar mediante una pastilla? ¿Cuándo soy yo misma: cuando me tomo la pastilla o cuando no me la tomo?
Zarem me ha ayudado con su testimonio, me ha hecho ver que no se trata de estar controlada por una simple pastilla, sino que es como cualquier enfermedad: necesita un remedio. Hay un desajuste en el cuerpo mediante sustancias, fluidos, o como se llamen, y es ésa pastilla la que me deja ser yo misma.
El GPS nos guiaba, pero para evitar aligerar el peso de nuestros bolsillos, que ya es bastante escaso, nos movimos entre montañas y caminitos intransitables. Aunque nos movíamos en la misma provincia, su pueblo no estaba al lado. Tardamos más de lo previsto y para aliviar ese retraso nos invitaron a esperar a Sandman allí.
Una noche tormentosa quiere que Anazia no duerma esa noche, ¿Sandman se habrá vuelto a olvidar de ella? Cuando pasa un rato, por fin encuentra una posición lo suficientemente cómoda.
No pasa demasiado tiempo cuando la agarran del pie, es una mano conocida y su toque es inconfundible. Se despierta encantanda sabiéndose acompañada. Todo estaba oscuro.
Onizeth: "Ponte los zapatos."
Con una enorme sonrisa en la boca lo hace completamente hechizada, aunque con legañas. Salen por la puerta, todo está medio oscuro.
Onizeth: "Vamos a ver el amanecer."
Un deseo cumplido. Soñó con eso durante gran parte de su vida, y sentía envidia cuando se realizaba en las películas, pero por fin le toca a ella. Por fin le regalan un amanecer. ¡Qué feliz se siente!
Una agradable mañana, consigue finalmente descansar. Y después de varias charlas sobre diversas cuestiones llega la hora de regresar. Esta vez con indicaciones más experimentadas y rápidas arriban en el destino adecuado.
Onizeth hace lo que haría siempre, sin más, pero... ¿Por qué Anazia se siente ofendida? ¿Por qué Anazia tiene ese sentimiento de que no hace lo que debería? ¿Por qué se ha olvidado del amanecer regalado? ¿Por qué siente furia? ¿Por qué no piensa con claridad? ¿Por qué se comporta tan bruscamente?
Cuando las aguas se calman, Onizeth hace una indicación precisa:
- ¿Te has tomado la medicina?
Como no pensaba dormir en casa ajena, no se la había llevado. Anazia deja de hacerse las preguntas de antes porque Onizeth ha respondido a su pregunta...
Es duro, darte cuenta que es una simple pastilla la que controla tu ánimo, la que le da sentido a tu vida. Siempre he luchado por ser yo misma, por reinvindicar mi existencia y mi forma de pensar única y mía, ¿y ahora sólo la puedo controlar mediante una pastilla? ¿Cuándo soy yo misma: cuando me tomo la pastilla o cuando no me la tomo?
Zarem me ha ayudado con su testimonio, me ha hecho ver que no se trata de estar controlada por una simple pastilla, sino que es como cualquier enfermedad: necesita un remedio. Hay un desajuste en el cuerpo mediante sustancias, fluidos, o como se llamen, y es ésa pastilla la que me deja ser yo misma.
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