Montañas
Estoy acostumbrada a vivir sobre una montaña que está dentro de la ciudad, así es Huelva. Si subes por el Conquero ves las Marismas del Odiel, el camino a la playa, etc. Vamos, todo un valle para tí solito. La ciudad tiene cuestas arriba y cuestas abajo y cuando aprendes a conducir, aprendes a subir cuestas con el coche sin irte para atrás (algo que hago bastante bien por mi práctica).
Pero ahora cuando me asomo por la ventana es al revés, me siento como en un pequeño valle rodeada por montañas. Unas grandiosas montañas que se cierran alrededor de mí con la intención de protegerme. No sé porqué, pero me resulta muy fácil imaginar en lo alto de una de las montañas más altas alzarse un castillo imponente que desafía a cualquiera que se acercara al valle para hacerlo suyo... y más fácil me resulta ver la lucha que se desencadenaría y a las tropas perdiendo. ¿Será por las Crónicas de Mallorea?
Pero lo que más me ha impactado fue mi encuentro con el mar... No por el mar en sí, estoy muy acostumbrada a él, sino por todo lo que le rodea. No había conchas que pincharan mis pies, pero me encontré con innumerables chinos (piedrecitas pequeñas), aunque me habían advertido ya de su existencia en otras playas que no fueran las mías, no sabía que fuera tan literal. Me costaba imaginarme una playa con chinitos. Pero con el paso del tiempo, lo que más me impactó, fue la montaña que rodea la playa.
Para mí, que viví en Huelva, la sierra y la costa siempre han sido un poco antagonistas. O vas a la playa o vas a la montaña, pero nunca me pareció tan común como aquí la playa rodeada de montaña. Me parecieron gigantes impactantes que protegían de cualquier cosa todo lo que hubiera detrás de ellas, invitando a investigar, pero no a conquistar.
¿Conclusión que saco de todo esto?
a) Que debería viajar más para culturizarme mejor
b) Que soy una cateta de pueblo muy fácil de impresionar
c) Que estudiar turismo no significa que conozcas los lugares aunque te conozcas sus recursos
Pero ahora cuando me asomo por la ventana es al revés, me siento como en un pequeño valle rodeada por montañas. Unas grandiosas montañas que se cierran alrededor de mí con la intención de protegerme. No sé porqué, pero me resulta muy fácil imaginar en lo alto de una de las montañas más altas alzarse un castillo imponente que desafía a cualquiera que se acercara al valle para hacerlo suyo... y más fácil me resulta ver la lucha que se desencadenaría y a las tropas perdiendo. ¿Será por las Crónicas de Mallorea?
Pero lo que más me ha impactado fue mi encuentro con el mar... No por el mar en sí, estoy muy acostumbrada a él, sino por todo lo que le rodea. No había conchas que pincharan mis pies, pero me encontré con innumerables chinos (piedrecitas pequeñas), aunque me habían advertido ya de su existencia en otras playas que no fueran las mías, no sabía que fuera tan literal. Me costaba imaginarme una playa con chinitos. Pero con el paso del tiempo, lo que más me impactó, fue la montaña que rodea la playa.
Para mí, que viví en Huelva, la sierra y la costa siempre han sido un poco antagonistas. O vas a la playa o vas a la montaña, pero nunca me pareció tan común como aquí la playa rodeada de montaña. Me parecieron gigantes impactantes que protegían de cualquier cosa todo lo que hubiera detrás de ellas, invitando a investigar, pero no a conquistar.
¿Conclusión que saco de todo esto?
a) Que debería viajar más para culturizarme mejor
b) Que soy una cateta de pueblo muy fácil de impresionar
c) Que estudiar turismo no significa que conozcas los lugares aunque te conozcas sus recursos
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