El Invierno
Todavía no ha llegado, todavía estamos en fechas del otoño y ya hay gente, como Toni, quejándose de él. No entiendo cómo puede crear tanto odio, sí entendería la adversidad, pero las estaciones no se aman o se odian, se disfrutan, todas y cada una de ellas, algunas más, algunas menos, pero todas tienen su peculiaridad.
La Primavera marca el comienzo de la vida, cuando las flores brotan en una extraordinaria belleza de comienzo, cuando la sangre se altera y vemos bello todo aquello que dejábamos de lado, es donde gran parte de la humanidad se inspira para crear un arte muy bello, en todas y cada una de sus facetas, pintura, música, escultura, etc. Es alegre, aunque no acaba de llegar a cálido, sí inspira el calor que nos traerá la siguiente estación.
El Verano. Es la calidez estacionalizada, la alegría... Lo siento, es la que menos me gusta, es la que menos me hace sentir viva. Apaga mis energías, las agota, me hace sentir febril y ahoga mis ganas de acción y hacer cosas. Me quita las ganas de dar un paseo, las ganas de hacer cualquier ejercicio físico que requiera más que inspirar y espirar aire, incluso elimina en mí las ganas de exteriorizar el amor que siento por Onizeth. Los abrazos se convierten en tortura, y ya sin mencionar cualquier otra muestra de amor... Muchos propondrán un alegre baño en la playa, pero jamás he sido amante de lugares multidudinarios, y también el bosque se va convirtiendo en amarillo...
El Otoño. La vuelta de la frescura, las lluvias, los vientos y las tormentas. Es la muestra misma de la caótica vida que se extiende a lo largo de nuestro planeta. Cada día es una sorpesa, porque nunca sabes qué ponerte, no puedes adivinar si hará frío o si estamos en esos últimos resquicios del verano. Por la mañana más te vale salir bien abrigadito, aunque a la hora de la comida regreses con todas las cosas en las manos. Puede que hoy llueva, pero puede que mañana no. ¿Me llevo el paraguas? Todas esas cositas que hacen de los efímeros detalles un hatajo de preocupaciones vagas muy importantes en el día a día. Es el momento perfecto para sacar esas blusas tan bonitas del armario y exponerlas.
El Invierno, la estación de mi devoción. A ella va dedicada la siguiente canción. Aquí en Huelva no puedo disfrutarla como antaño en Alemania, pero los recuerdos que evocan mi mente me hace pensar que me encanta. ¿Tienes frío? Pues te pones otro chaleco más, haces ejercicio y no te estés quieto. La nieve... ¡cuánto la añoro! Esos pequeños copos que por sí solos no significan nada y que en cuanto aparezcan más de la cuenta... hagan esos paisajes tan bellos. ¿Qué niño no se divierte tirando una bola a sus amigos? ¿A quién no le hace ilusión esos muñecos de nieve? Sientes la necesidad de acercarte a los seres queridos para compartir el calor, un calor que cuando se comparte entre amantes desemboca en lo más bello de la vida. Es verdad que también trae resfriados y enfermedades, pero son compatibles, el calor, no.
La Primavera marca el comienzo de la vida, cuando las flores brotan en una extraordinaria belleza de comienzo, cuando la sangre se altera y vemos bello todo aquello que dejábamos de lado, es donde gran parte de la humanidad se inspira para crear un arte muy bello, en todas y cada una de sus facetas, pintura, música, escultura, etc. Es alegre, aunque no acaba de llegar a cálido, sí inspira el calor que nos traerá la siguiente estación.
El Verano. Es la calidez estacionalizada, la alegría... Lo siento, es la que menos me gusta, es la que menos me hace sentir viva. Apaga mis energías, las agota, me hace sentir febril y ahoga mis ganas de acción y hacer cosas. Me quita las ganas de dar un paseo, las ganas de hacer cualquier ejercicio físico que requiera más que inspirar y espirar aire, incluso elimina en mí las ganas de exteriorizar el amor que siento por Onizeth. Los abrazos se convierten en tortura, y ya sin mencionar cualquier otra muestra de amor... Muchos propondrán un alegre baño en la playa, pero jamás he sido amante de lugares multidudinarios, y también el bosque se va convirtiendo en amarillo...
El Otoño. La vuelta de la frescura, las lluvias, los vientos y las tormentas. Es la muestra misma de la caótica vida que se extiende a lo largo de nuestro planeta. Cada día es una sorpesa, porque nunca sabes qué ponerte, no puedes adivinar si hará frío o si estamos en esos últimos resquicios del verano. Por la mañana más te vale salir bien abrigadito, aunque a la hora de la comida regreses con todas las cosas en las manos. Puede que hoy llueva, pero puede que mañana no. ¿Me llevo el paraguas? Todas esas cositas que hacen de los efímeros detalles un hatajo de preocupaciones vagas muy importantes en el día a día. Es el momento perfecto para sacar esas blusas tan bonitas del armario y exponerlas.
El Invierno, la estación de mi devoción. A ella va dedicada la siguiente canción. Aquí en Huelva no puedo disfrutarla como antaño en Alemania, pero los recuerdos que evocan mi mente me hace pensar que me encanta. ¿Tienes frío? Pues te pones otro chaleco más, haces ejercicio y no te estés quieto. La nieve... ¡cuánto la añoro! Esos pequeños copos que por sí solos no significan nada y que en cuanto aparezcan más de la cuenta... hagan esos paisajes tan bellos. ¿Qué niño no se divierte tirando una bola a sus amigos? ¿A quién no le hace ilusión esos muñecos de nieve? Sientes la necesidad de acercarte a los seres queridos para compartir el calor, un calor que cuando se comparte entre amantes desemboca en lo más bello de la vida. Es verdad que también trae resfriados y enfermedades, pero son compatibles, el calor, no.
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