Visita Inesperada
Jueves, 11:50 pm. Llego a mi casa tan feliz después de haber estado con unos amigos dando una vuelta. Mientras Onizeth me comenta por el skype cosas sobre ipod, tarjetas gráficas, reproductores de mp3, etc.
Viernes, 00:30 am. Entra un gran amigo mío al messenger. Un amigo con el que no hablo a menudo, pero por el que siento algo especial. Es de esos amigos que no quiero tener lejos y lamento no tenerlos cerca para invitarle los fines de semana a una tetería. Pocas cosas tenemos en común, sólo un gran afecto entre nosotros que no puedo evitar y mucho menos explicar. Cuando me mira con sus ojos, me hundo en ellos en una inexplicable felicidad. Es de los pocos que me aguantan la mirada sin refregarse los ojos o ponerse bien las gafas. Es un amigo muy valioso para mí, nos separa una hora en autobús...
Viernes, 01:30 am. Mañana a mediodía estaré disfrutando de su compañía.
Viernes, 01:00 pm. Debería estar a punto de llegar, ¿y si me ha hecho la inocentada?
Viernes, 01:35 pm. No ha llegado, ni me ha llamado desde Sevilla para avisarme que llegaba más tarde. Me encaminaré lentamente por el centro, igual se ha tomado la libertad de llegar antes y dar unas vueltas y eso, ya me llamará. No me quiero desilusionar, no, de él, no.
Viernes, 01:42 pm. Una llamada al móvil desde una cabina, donde le escucho a él, pero no me escucha a mí. Salgo corriendo a la estación de autobuses, y ahí está.
Los rubores se me suben a las mejillas, cuando le miro vuelvo a sentir esa sensación de alegría por tenerlo conmigo y con ninguna más, por no tener que compartirlo con nadie, aunque sólo sean unos instantes.
Bueno, improvisando, decido enseñarle Huelva, la ciudad, que en una hora y media, a lo sumo, lo habrá visto todo. Me llama Onizeth, ¿dónde estamos? En la Palmera. Y pregunta mi amigo, ¿dónde está la palmera?
Caminamos y caminamos, y no me doy cuenta del paso del tiempo. Así pasa toda la tarde, de un lado a otro. Por fin le llevo a los canastos, disfrutamos de un agradable té cuando nos damos cuenta que su marcha está cerca, se me entristece el corazón.
En la estación de autobús llega justo a tiempo para pillarlo. Se marcha, y un desagradable sentimiento de pérdida me acompaña a lo largo de toda la velada, incluso ahora inhunda mi corazón... Quiero que vuelva a Huelva.
Viernes, 00:30 am. Entra un gran amigo mío al messenger. Un amigo con el que no hablo a menudo, pero por el que siento algo especial. Es de esos amigos que no quiero tener lejos y lamento no tenerlos cerca para invitarle los fines de semana a una tetería. Pocas cosas tenemos en común, sólo un gran afecto entre nosotros que no puedo evitar y mucho menos explicar. Cuando me mira con sus ojos, me hundo en ellos en una inexplicable felicidad. Es de los pocos que me aguantan la mirada sin refregarse los ojos o ponerse bien las gafas. Es un amigo muy valioso para mí, nos separa una hora en autobús...
Viernes, 01:30 am. Mañana a mediodía estaré disfrutando de su compañía.
Viernes, 01:00 pm. Debería estar a punto de llegar, ¿y si me ha hecho la inocentada?
Viernes, 01:35 pm. No ha llegado, ni me ha llamado desde Sevilla para avisarme que llegaba más tarde. Me encaminaré lentamente por el centro, igual se ha tomado la libertad de llegar antes y dar unas vueltas y eso, ya me llamará. No me quiero desilusionar, no, de él, no.
Viernes, 01:42 pm. Una llamada al móvil desde una cabina, donde le escucho a él, pero no me escucha a mí. Salgo corriendo a la estación de autobuses, y ahí está.
Los rubores se me suben a las mejillas, cuando le miro vuelvo a sentir esa sensación de alegría por tenerlo conmigo y con ninguna más, por no tener que compartirlo con nadie, aunque sólo sean unos instantes.
Bueno, improvisando, decido enseñarle Huelva, la ciudad, que en una hora y media, a lo sumo, lo habrá visto todo. Me llama Onizeth, ¿dónde estamos? En la Palmera. Y pregunta mi amigo, ¿dónde está la palmera?
Caminamos y caminamos, y no me doy cuenta del paso del tiempo. Así pasa toda la tarde, de un lado a otro. Por fin le llevo a los canastos, disfrutamos de un agradable té cuando nos damos cuenta que su marcha está cerca, se me entristece el corazón.
En la estación de autobús llega justo a tiempo para pillarlo. Se marcha, y un desagradable sentimiento de pérdida me acompaña a lo largo de toda la velada, incluso ahora inhunda mi corazón... Quiero que vuelva a Huelva.
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