Madres
Una madre es un ser que regala su vida, da un poquito para que un ser semejante a ella disfrute y sufra la vida (aclaro que sufrir no siempre es malo). ¿Quién no quiere dar un poquito de sí mismo para hacerle un bien a la humanidad? Una madre no sabe lo que será de su hijo, pero siempre querrá que pueda salvar a la decadente humanidad. Ser un buen hijo para ellas no es tarea fácil, siempre nos imponemos nosotros mismos ante la felicidad de ella y si acudimos a ella es por propia necesidad. Cada madre y cada hijo tienen una relación única y englobarlas creo que es tontería.
La mía siempre ha sido muy madre conmigo. Desde que he nacido ha deseado ser mi mejor amiga, pero cada vez que me lo decía, inconscientemente, me habría gustado contestarle que yo no quiero una amiga, quiero una madre. Una madre que me diga lo que es bueno y malo, que me enseñe a ser responsable, que me regañe, que me elogie, que se sienta orgullosa de mí, que me haga pasar vergüenzas, que me dé de comer y de beber.
Mi madre y yo siempre hemos tenido personalidades fuertes y rivales entre sí. Rara vez podemos hablar más de media hora y nuestros gustos son completamente distintos. Es una persona con una mente muy cerrada y forjada a la antigua, pero es muy buena. Siempre ha querido lo mejor para sus hijas y de alguna manera, para la mayor, lo ha conseguido.
Hoy he intentado hacerle comprender que quiero irme a vivir a mi propia casa, que no quiero depender más de ella ni de mi padre y de alguna manera lo he conseguido. Hoy le he dado la noticia de que el deseo más fuerte que me corrompe por dentro, es que quiero irme de casa. No es la primera vez que lo hablamos, desde luego (desde los 15 años quiero irme), pero nunca lo habíamos hecho tan seriamente como hoy. Le he hecho comprender que necesito mi intimidad y que en esta casa no la encuentro. Lo ha comprendido y ahora sólo queda ponerse manos a la obra.
La mía siempre ha sido muy madre conmigo. Desde que he nacido ha deseado ser mi mejor amiga, pero cada vez que me lo decía, inconscientemente, me habría gustado contestarle que yo no quiero una amiga, quiero una madre. Una madre que me diga lo que es bueno y malo, que me enseñe a ser responsable, que me regañe, que me elogie, que se sienta orgullosa de mí, que me haga pasar vergüenzas, que me dé de comer y de beber.
Mi madre y yo siempre hemos tenido personalidades fuertes y rivales entre sí. Rara vez podemos hablar más de media hora y nuestros gustos son completamente distintos. Es una persona con una mente muy cerrada y forjada a la antigua, pero es muy buena. Siempre ha querido lo mejor para sus hijas y de alguna manera, para la mayor, lo ha conseguido.
Hoy he intentado hacerle comprender que quiero irme a vivir a mi propia casa, que no quiero depender más de ella ni de mi padre y de alguna manera lo he conseguido. Hoy le he dado la noticia de que el deseo más fuerte que me corrompe por dentro, es que quiero irme de casa. No es la primera vez que lo hablamos, desde luego (desde los 15 años quiero irme), pero nunca lo habíamos hecho tan seriamente como hoy. Le he hecho comprender que necesito mi intimidad y que en esta casa no la encuentro. Lo ha comprendido y ahora sólo queda ponerse manos a la obra.
<< Home