jueves, junio 30, 2005

Se marchita una rosa por sus espinas

Una rosa en el rosal de la vida
crece y sube a pesar de sus heridas.
Sus espinas se le clavan poco a poco,
es un daño que en el pecho está escondido,
sufre tanto que su meta es su destino
y en la sombra sus espinas se alimentan,
sólo un hilo, luz que en sombra penetra.
No consigo entender qué está pasando,
grito a Dios y le grito suplicando,
son sus tallos los que aún quieren su vida,
los que sienten que le clavan mil espinas.
Un suspiro, un aliento que aún queda.
Si allí arriba donde un cielo se acaba
hay un Dios al que grito suplicando,
si me oye y se apiada de mi llanto,
si es que sufre y me escucha desde arriba,
si, ay, está consolando sus heridas
él que puede hacer todo lo divino,
él que hizo de la luz un gran destino,
él que dio un sentido a esta vida,
él que gira todo un mundo, una espina
simplemente sólo pido para otros,
pido vida, la que en lágrimas ahogo,
un milagro, un pellizco de la vida
resucite a su alma; Dios de vida,
rosa que en tus penas estás muriendo,
duerme en paz, sólo piensa en los recuerdos,
ama más, que tu vida se te escapa,
siente ahora, sol de luz que vida irradia,
sueña con un destino mejor,
junto, cerca, muy cerca de Dios.


EN MEMORIA DE MARÍA ISABEL
RODRÍGUEZ MARTÍN

Yolanda Macías Rodríguez